Short Stories. Christian Peña

christian-penaLes ofrecemos una selección de poemas de Christian Peña, cuya obra fue galardonada con múltiples premios, incluyendo el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen, el Premio Iberoamericano de Poesía Bellas Artes Carlos Pellicer para Obra Publicada, el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde, entre otros. Los presentes poemas forman parte de su último poemario Short Stories, galardonado con el Premio Nacional de Poesía Juan Eulogio Guerra Aguiluz 2019, y publicado por la Universidad Autónoma de Sinaloa en 2020.

 

 

 

Short Stories
Christian Peña

 

THE FAIRY FELLER’S MASTER STROKE

Mi padre y yo jamás derribamos un árbol.
Me enseñó a sostener un hacha,
pero nunca me dijo cómo se tira un árbol.

(Es la noche del 28 de agosto de 1843;
Richard Dadd y su padre caminan por Cobham Park,
Richard mira los olmos
como si Dios le hablara a través de ellos.)

Mi padre solía reclamarme:
«¡qué demonios tienes en la cabeza!»
La respuesta es sencilla: tengo un bosque
y hablar sobre mi padre
es entrar a ese bosque para nunca salir.

(El verano en Cobham Park
hace brotar el sudor en la frente de Dadd
mientras contempla el cadáver de su padre.)
Mi padre me reprochaba:

«¡si pudiera saber qué estás pensando!»
Suelo hablar de mi padre como si hubiera muerto.
Mi padre y el cigarro;
su tumor prometido en la garganta
es el ruido de un hacha dentro de mi cabeza.

(Richard Dadd terminó de pintar su obra maestra,
recluido en el Hospital de Bethlem,
veintiún años después de matar a su padre.
El cuadro: una corte de hadas que espera
la caída del hacha del leñador.)

Hablar sobre mi padre es esperar su muerte;
nada me asusta más
y de nada me siento así de responsable.
Mi padre nunca me contó cuentos de hadas
antes de irme a dormir.
Apostaría a que el padre de Dadd sí lo hizo.

(Dios es un hacha a la mitad del rostro.)

Cuando mi padre muera, Dios y yo,
el bosque y el hacha
dejaremos caer sobre su cráneo
la palabra final, el golpe maestro.
Cuando muera mi padre,
volverá a levantarme entre sus brazos
como cuando fui un niño sobre un olmo.

¿Qué tengo en la cabeza?, ¿en qué demonios pienso?
La respuesta es sencilla:
llevo años esperando, con el miedo más hondo,
a que ese árbol se caiga.

 

TULLAHOMA

Desviaron la carretera
porque alguien atropelló un venado.
Las luces de la policía interrumpían la noche,
intermitentemente.
Los autos avanzaban poco a poco
para contemplar la escena.

La carretera: una vertical interminable,
una línea que inicia de los polos hacia el centro.
El centro se atraviesa en el camino,
como un venado que salta de entre los árboles.

Más tarde me golpeó un recuerdo:
tus corvas sobre mis hombros,
tus piernas creciendo
como cuernos de venado en mi cabeza.

¿Qué sucedió esa noche?
¿Qué vendrá con la noche?
¿La vertical oscura en los huesos de tu espalda?
¿Sabes qué se atravesó?
¿Sabes qué nos golpeó?
¿Qué es eso
que apenas iluminan a lo lejos
los faros del auto en medio de la lluvia?

 

EL HUESO ROTO

Miraste la cicatriz en mi clavícula
y preguntaste cómo sucedió.

«Déjame acariciar tu hueso roto», dijiste,
y me tocaste suavemente,
de la misma forma en que tu padre
solía oprimirte con la mano detrás del cuello
para mostrar su afecto.

Mi clavícula
sonó como un secreto pronunciado
en una noche de lluvia.

Traías puestos unos zapatos
que fueron de tu padre;
calzaban de la misma talla.
«Mi madre era más alta que él», dijiste.
Tu padre, como yo,
un hombre de estatura mediana.

Tus omóplatos
eran una herencia de tus antepasados:
huesos de pájaros grandes, gigantes,
piernas y huesos que inician
mucho antes de lo acostumbrado.

Déjame romper el hueso de tu clavícula.
Deja tomarte de la mano hasta rompernos.
Déjame acariciar
los zapatos de tu padre muerto.

 

SALA DE JUNTAS

Pensamos que pensamos en lo mismo,
atentos a lo que se dice
hasta que de pronto
a la vista de todo el grupo
alguien saca de su portafolios
un huevo cocido
y comienza a pelarlo.

El crujir de la cáscara
rompe apenas el silencio de la sala.

El hombre termina de descascarar el huevo
y se lo come.
Sin sal, sin pimienta.

Son las nueve de la mañana.
Seguimos hablando,
siguen hablando,
pero sólo podemos pensar,
ya todos sólo pensamos a un tiempo
pensamientos profundos que reparan
en el huevo,
en la cáscara,
en los fragmentos.

 

HERRADURA BLANCO

                                 Para Enrique Gavica

Dentro de cada hombre hay un caballo
o su fantasma.
Un trote solitario
en una calle larga y silenciosa.
Un golpe en la sangre encendida.
Un caballo de oscuridad o humo.
El recuerdo de una noche sin brida,
a campo abierto, libre,
o la imagen de sí mismo
sobre los hombros de un padre.
Pero el caballo es secreto,
algo que un hombre
únicamente a veces
saca a galopar o alimenta
o peina su crin
en comunión,
como el fuego que sólo
se aviva en la garganta.

 

VALS

Mi hijo despierta
llorando en madrugada.
Tiene tres años y el llanto
más fuerte que conozco.

Lo tomo entre mis brazos
y lo meso de pie,
yendo de un lado a otro
en el cuarto a oscuras.

De pronto me doy cuenta:
no bailaré con él
cuando cumpla quince años
o el día de su boda,
sino sólo como ahora
con su cabeza en mi hombro
y lágrimas en la pijama.

Sólo nos queda ir
y venir hasta calmarnos,
aprender esa música
que viene de ninguna parte
a metérsenos en la cabeza.

Nos queda ir y venir
mientras el mundo duerme,
y empiezo a comprender
lo que se siente un dolor
que, aunque no siento, es mío
y que me quita el sueño.

Sólo nos queda el baile:
un vals entre dos hombres
que apenas se conocen

 

VACA

Yo no escribo poemas para niños.
Los poemas no se escriben para nadie.

Pero ayer en la noche, antes de ir a la cama,
mi hijo me contó la historia de una vaca
que miraba la luna todo el tiempo.

No comprendí la historia.
Hay veces que tampoco comprendo
de dónde salen los poemas.

Los poemas que, por cierto, sólo se escriben
y, por más que se niegue,
tampoco los entiende nadie.

 

Christian Peña (Ciudad de México, 1985). Su obra ha merecido el Premio Iberoamericano de Poesía Bellas Artes Carlos Pellicer para Obra Publicada, el Premio Nacional Literatura (Poesía) Juan Eulogio Guerra Aguiluz, el Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano, el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen, el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta, el Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa, el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde, el Premio Nacional de Poesía Clemencia Isaura, el Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal, el Premio Nacional de Poesía Amado Nervo y el Premio Nacional de Poesía Jaime Reyes. Fue Becario de la Fundación para las Letras Mexicanas y del FONCA en el programa Jóvenes Creadores. Autor de múltiples libros de poesía. Su obra ha sido traducida al inglés y francés. Ha publicado poemas y ensayos en diversas revistas del país.