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Saturno devorando a su hijo. Manuel Illanes

Manuel Illanes, escritor chileno radicado en México, nos ofrece su lectura del poemario Dolerse de la poeta mexicana Cristina Rivera Garza, un poemario reeditado en 2019 por el sello chileno Ediciones Libros del Cardo, que abre "uno de los espectáculos más escalofriantes del horrorismo contemporáneo".

 

 

Saturno devorando a su hijo
Manuel Illanes

Dolerse de Cristina Rivera Garza (Ediciones Libros del Cardo, Chile, 2019)

Entre fines de 1939 y comienzos de 1940, un Walter Benjamin, exiliado y luego amenazado de muerte por la invasión nazi de Francia, escribe los fragmentos que después se conocerán como las Tesis sobre el concepto de historia. Aunque muchas de las reflexiones que aparecen en estos fragmentos corresponden a ideas desarrolladas en obras anteriores, la extraordinaria cristalización que adquieren en el documento publicado por Adorno en 1942, le otorgan un carácter singular dentro del vasto corpus de trabajo del filósofo judío-alemán. Escritas con "la sensación coyuntural de derrota y de indignación que prevalecía entre todos los antifascistas consecuentes después del Tratado de Munich (1938) y el Pacto Germano-Soviético (1939)" (de acuerdo a las palabras de Bolívar Echeverría, traductor de las Tesis… y autor del prólogo del texto publicado por la editorial Ítaca en 2005), las Tesis…trasuntan "esta atmósfera anímica de impotencia y encono, y así lo delata [el texto] en numerosos pasajes", atmósfera que evidencia la situación de naufragio, tanto a nivel personal como político, que atravesaba el intelectual alemán.

Para confrontar este sentimiento de derrota —que podría llevar tanto al escepticismo como al abandono de cualquier convicción política—, Benjamin sostiene que el trabajo del historiador, el rescate de la memoria histórica, debe convertirse en una labor de zapa, un combate soterrado contra las fuerzas de opresión que operan en el presente. Desde la afirmación de que "el cronista que hace la relación de los acontecimientos sin distinguir entre los grandes y los pequeños responde con ello a la verdad de que nada de lo que tuvo lugar alguna vez debe darse por perdido para la historia" (tesis tercera), pasando por la idea que "la imagen verdadera del pasado es una imagen que amenaza con desaparecer con todo presente que no se reconozca  aludido en ella" (tesis quinta), hasta culminar en "no hay documento de cultura  que no sea a la vez un documento de barbarie. Y así como éste no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de la transmisión a través del cual los unos lo heredan de los otros. Por eso el materialista histórico se aparta de ella en la medida de lo posible. Mira como tarea suya la de cepillarla historia a contrapelo" (tesis séptima), Benjamin establece un vínculo entre esta labor de rescate histórico y la posibilidad de redención (entendida esta palabra en todos los sentidos posibles), tan lejana en el momento que el autor de París, capital del siglo XIX escribía esos fragmentos; tan distante hoy, que vivimos tiempos de autoritarismo acelerado, revueltas sociales en erupción o violentamente sofocadas y el gran miedo que provoca la pandemia del covid 19 a una población mundial ya golpeada por otras circunstancias. ¿Es posible que esta labor, aparentemente tan simple y anodina de registro, de recuperación de la memoria abra caminos hacia la utopía? Esta pregunta me surge a propósito de Dolerse de Cristina Rivera Garza, libro reeditado en 2019 por el sello chileno Ediciones Libros del Cardo, que dirige la poeta Gladys González.

Dolerse, publicado originalmente en 2011 (en cuyo subtítulo, textos desde un país herido, resuena la voz del Theodor Adorno de Minima Moralia y sus reflexiones sobre la vida dañada), aborda el tema de la violencia desatada en México tras la declaración de guerra contra el narco efectuada al comienzo del sexenio de Felipe Calderón (2006-2012), guerra que hasta fines de 2019 / inicios del 2020 ha producido más de 250000 muertos y 60000 desaparecidos (siguiendo los datos entregados por Washington Post y El País). Esta guerra, y sus desastrosas consecuencias para la sociedad mexicana, exhibe un panorama desolador que Rivera Garza señala en la introducción de Dolerse: "lo que los mexicanos de inicios del siglo XXI hemos sido obligados a ver –ya en las calles, en los puentes peatonales, en la televisión o en los periódicos— es, sin duda, uno de los espectáculos más escalofriantes del horrorismo contemporáneo. Los cuerpos abiertos en canal, vueltos pedazos irreconocibles sobre las calles. Los cuerpos extraídos en estado de putrefacción de cientos y cientos de fosas. Los cuerpos arrojados desde camionetas de redilas sobre avenidas transitadas. Los cuerpos chamuscados en piras enormes. Los cuerpos sin manos o sin orejas o sin narices. Los cuerpos invisibles, incapaces ya de reclamar sus maletas en las estaciones de autobuses a donde sí llegan sus pertenencias. Los cuerpos perseguidos; los cuerpos ya sin aire; los cuerpos sin voz" (p. 8).

Frente a este panorama, la novelista mexicana invoca muchas de las claves que Walter Benjamin plantea en las Tesis sobre el concepto de historia, especialmente en lo que refiere al papel que se otorga a la escritura como salvaguarda de un dolor colectivo y al horizonte utópico que ella despliega: "De ahí la importancia de dolerse. De la necesidad política de decir "tú me dueles" y de recorrer mi historia contigo, que eres mi país, desde la perspectiva única, aunque generalizada, de los que nos dolemos. De ahí la urgencia estética de decir, en el más básico y también en el más desencajado de los lenguajes, esto me duele […] Se trata de que, mientras somos testigos integrales del horror, hagamos poesía de otra manera. Se trata de que, mientras otros tantos con nosotros demandemos la restitución de un Estado con entrañas […] podamos articular la desarticulación muda con que nos atosiga  el estado espeluznante de las cosas a través de estrategias escriturales que, en lugar de promover la preservación del poder, activen más bien el potencial crítico y utópico del lenguaje." (pp.11-12)

Para Rivera Garza, el origen de la actual situación de guerra perpetua que se vive en el país, debe buscarse en las políticas neoliberales aplicadas a partir del gobierno de Salinas de Gortari, que dejaron a una parte importante de la población desprotegida social y económicamente —parte que hoy engrosa las filas de los carteles y hace prácticamente imposible su desaparición—, lo cual fue el caldo de cultivo ideal para que prosperaran los grupos criminales, de larga data en el México anterior al salinato (tal como puede comprobarse con la lectura de Los mil y un velorios. Crónica de la nota roja en México de Carlos Monsiváis o El Narco: en el corazón de la insurgencia criminal mexicana de Ioan Grillo), pero que adquirieron un poder mayor luego de estas medidas. Así lo afirma en la introducción: "En el caso de México de fines del XX e inicios del XXI, el horror va íntimamente ligado al retroceso del Estado en materia de bienestar y protección social y, consecuentemente, al surgimiento de un feroz grupo de un feroz grupo de empresarios del capitalismo global a los que se les denomina de manera genérica como el Narco. Se trata, pues, del horror de un Estado que, en pleno retroceso ante los intereses económicos de la globalización, no ha hecho más que repetir una y otra vez aquel famoso gesto de un traidor: lavarse las manos. Así es, desde la época de las reformas salinistas de 1989" (pp.8-9). Este proceso se ha visto reafirmado por la consolidación de los cárteles y el olvido, por parte de los gobiernos de turno, de las funciones básicas que todo Estado debe garantizar, como lo son la educación, la salud y la seguridad de los ciudadanos: "cuando el neoliberalismo optó por la ganancia a toda costa, aliándose a ese conjunto de capitalistas salvajes que son los grupos antes conocidos como narcos, los gobernantes le dieron la espalda a los acuerdos con los que iniciamos una nación, según consta en la Constitución de 1917." (p. 19)

Como resultado de este abandono de la comunidad, sostiene la novelista mexicana, México ha sido fustigado por una violencia omnipresente, que Rivera Garza busca enlistar en los textos que constituyen Dolerse. Se trata de una violencia que afecta a múltiples actores sociales: a la clase trabajadora (situación que puede vislumbrarse en artículos como La reclamante o El domingo más largo), a los migrantes (2501 migrantes de Alejandro Santiago; Lo que une la sangre: Elvira Arellano. Los derechos de los migrantes; La mañana siguiente), a las mujeres (Non fiction; Las neo-camelias; El fin del silencio de las mujeres), llegando incluso a rebasar el ámbito de lo humano para volverse contra el medio ambiente (Cacaluta; Las sirenas disecadas). Todas estas violencias, que sumadas componen la violencia que golpea al país, tienen un denominador común: manifiestan el quiebre de la relación entre el Estado y la colectividad que lo forma, que lo sustenta, que le da vida, hasta concluir con un acto de (auto) inmolación, en un gesto que tiene mucho del Saturno devorando a su hijo de Goya: "Cuando el Estado neoliberal dejó de lado su responsabilidad con respecto a los cuerpos de sus ciudadanos, cuando dejó de "tomar de su parte" el cuidado de su salud y el bienestar de sus comunidades, se fue deshaciendo poco a poco, pero de manera ineluctable, de la relación que se había establecido con y desde la ciudadanía a partir de los inicios del siglo XX […] la así llamada guerra contra el narcotráfico […] no es otra cosa sino una guerra  contra la ciudadanía." (p.62)

Junto a la amplitud temática que el libro aborda —en cuanto a la mirada sobre la violencia —, encontramos una gran variedad de formas literarias que acompañan el discurso sobre este México desgarrado. Esto se debe al interés que la novelista mexicana tiene por la exploración formal y su búsqueda de un lenguaje que traduzca este estado de catástrofe, estado que plantea desafíos de difícil resolución para la escritura, tal como se planteó en una cita anterior. El catálogo de estas formas es extenso: crónicas de carácter personal y sobre hechos colectivos, ensayos sobre libros y obras de arte de todo tipo, poemas desarrollados a partir de declaraciones y testimonios de madres de víctimas de secuestro y asesinato, entrevistas, discursos, notas, artículos de impresión y un manifiesto, Seguir escribiendo, que resume la posición de Rivera Garza con respecto a la relación de la escritura y la coyuntura histórica, del que me permito rescatar un fragmento: "Porque ante las preguntas: ¿vale la pena levantarme en la mañana temprano sólo para seguir escribiendo? ¿Puede la escritura, de hecho, algo contra el miedo o el terror? ¿Desde cuándo una página ha detenido una bala? ¿Ha utilizado alguien un libro como escudo sobre el pecho, justo sobre el corazón? ¿Hay una zona protegida, de alguna manera invencible, alrededor de un texto? ¿Es posible, por no decir deseable, empuñar o blandir o alzar una palabra?, mi respuesta sigue siendo Sí. […] Porque sí es una palabra diminuta y sagrada y salvaje al mismo tiempo" (pp. 147-148).Particularmente, Rivera Garza reúne en la sección "Escrituras dolientes" sus reflexiones sobre la problemática relación entre el lenguaje y la historia, desarrollando textos en que queda de manifiesto su confianza y sus dudas al respecto, como en La escritura doliente, un pequeño artículo donde trata acerca de algunos textos fundamentales de la poesía documental estadounidense y su (posible) uso en el contexto mexicano, que parece fungir como un arte poética que al mismo tiempo cuestiona y confirma lo planteado en Seguir escribiendo: "Escribo estas notas todavía bajo el impacto de la masacre de Ciudad Juárez, donde hace apenas unos cuantos días un comando aún sin identificar asesinó a 15 estudiantes que participaban de una fiesta. Escribo estas notas como una doliente más en esta guerra que nos ha sido impuesta, sin consulta alguna a la ciudadanía. Y como tal, como doliente y como escritora y como ciudadana, me pregunto qué podría la escritura si pudiera algo ante tanta y tan cotidiana masacre. Si la pregunta fuera cómo incidir sin pretender arrebatar la voz, cómo expresar sin caer en la reificación del dolor, acaso las lecciones de esta poesía documental podrían servir de algo. Si la escritura pudiera, se entiende. Si pudiese" (p.136).

Dolerse es un libro magnífico y contundente (si es que tales adjetivos pueden utilizarse para un texto que habla acerca de una violencia sin límites), a la par que terrible. Forma parte de una serie de obras que, escritas en las últimas décadas y desde distintas perspectivas, se han apropiado del horror desprendido de los crímenes cometidos en México, bosquejando sus espacios de crueldad e inquiriendo por sus causas. Me refiero a libros como Huesos en el desierto y El hombre sin cabeza de Sergio González Rodríguez, Morir en México de John Gibler, La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez de Rita Segato, Antígona González de Sara Uribe, Procesos de la noche de Diana del Ángel, El libro centroamericano de los muertos de Balam Rodrigo, por nombrar algunos de los más importantes. Textos que interrogan, que increpan, que desgarran la oscuridad. Que estremecen, tal como pedía Kafka. Dentro de esa constelación, Dolerse se ubica en un sitial destacado, apostándose como una especie de cenotafio, de recordatorio perenne de las advertencias de Benjamin: "Tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer".

 

Manuel Illanes en Santiago de Chile en 1979. Es Maestro en Letras Mexicanas por la UNAM. Ha publicado algunos libros de poesía, como Tarot de la carretera (Fuga, Santiago, Chile, 2009), Crónica de Tollan (Piedra de Sol, Santiago, Chile, 2012; La Ratona Cartonera, Cuernavaca, México, 2013), Memorias del inframundo (Mantra Ediciones, Ciudad de México, 2016), Paraíso inc. (Ediciones Ojo de Golondrina, Ciudad de México, 2018) y Diario de la peste (Go Ediciones, Santiago, Chile, 2019). También figuran poemas suyos en las antologías Chile mira a sus poetas (Pfeiffer, Santiago, Chile, 2015) y Residencia temporal: seis poetas chilenos en México (Aldus, Ciudad de México, 2016).