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Crónicas de un encuentro con Nuno Júdice

nuno-judiceNuno Júdice, la típica comida portuguesa y el arte contemporáneo — en las crónicas de un encuentro, escritos por Margarita Borzelli González y Patricia González Duarte.

 

 

 

Crónicas de un encuentro con Nuno Júdice
Margarita Borzelli González y Patricia González Duarte

Nuno el poeta taciturno
Margarita Borzelli González

Mi encuentro con el poeta portugués fue especial en una noche fría de Lisboa.

Nos citó a mi mamá y a mí en un restaurante de comida típica portuguesa que se encuentra, como más tarde entendería, en su barrio. Nuno, hombre callado, taciturno, sensible y de gran elegancia, nos recibió de corbata, al lado de su esposa, en una mesa llena de entradas típicas de la cocina portuguesa y un vino de Porto.

Nuestra velada se desarrolló entre platillos como la lamprea y temas como el psicoanálisis, la literatura, las experiencias vividas, sea en México o en su propio país, y el arte contemporáneo de Portugal.

El poeta y yo permanecimos callados durante casi toda la cena, dejamos que el flujo de la conversación siguiera el ritmo de las dos señoras que nos acompañaban en la mesa (su esposa y mi madre). Sin embargo, él y yo compartíamos el mismo gusto por el vino verde, un vino tinto especial de Portugal, con el que acompañamos nuestros platillos y para finalizar, de postre, una deliciosa manzana al horno con canela.

Cuando pensaba que ese era el final del momento, de ese encuentro, volví, sin pensarlo o tenerlo planeado, a uno de mis temas preferidos: el arte contemporáneo; ni la cena, ni la charla saciaban mi apetito feroz por entender más sobre el arte, la pintura y la literatura portuguesa.

En ese momento el poeta se dirigió a mí y me preguntó si quería ver obras contemporáneas portuguesas. Mi respuesta fue una, inmediata: sí. Las dos damas, que nunca pararon de hablar, callaron.

Nunca me imaginé que el lugar que Nuno nos sugería era su casa, su propio castillo, su lugar de encierro, el espacio propio de su creación. Entrar al universo del poeta, el privilegio que tendría fue provocado por mi insaciable apetito por la cultura.

Salimos del restaurante y a unos pocos pasos de distancia llegamos a su edificio, yo todavía no podía creer que nos abriera sus puertas, sobre todo del lugar donde imagina, sueña, escribe sus versos que se convierten en poemas, toda una experiencia única.

La casa de Nuno es una verdadera galería, un museo de arte, desde que ingresas, respiras el arte y la historia de Portugal, de la historia de la literatura contemporánea nacional y mundial.

Disfruté la visita, conocer su casa, apreciar las obras de arte que posee con gran orgullo y recato, tener la oportunidad de ingresar a su estudio, recordé otros dos de los que también tengo ese privilegió, los del narrador y poeta Óscar de la Borbolla; el de Nuno es un espacio donde se encuentran un sinfín de libros de autores de todo el mundo y de todas las épocas, todos ellos lo acompañan en su producción literaria y poética junto con todos los reconocimientos fruto de ellos.

Y llegó el día …
Patricia González Duarte

Le pregunté cómo escribe, sea poesía, narrativa o ensayo; si era por inspiración, o si era por tener en mente un tema que trabajar, contundentemente respondió que todos los días escribe por disciplina, que su poesía no es ajena a la problemática social; que él no se concibe sin escribir, escribir es su pasión, su manera de ser, ya sea poesía, novelas, ensayo, teatro y, en ocasiones, traducciones.

Me comuniqué con él por escrito, usando un teléfono, tratando de usar mi mejor español, para explicarle quién soy y para qué queremos reunirnos con él, —me intimidaba un poco— dado que es todo un experto en la escritura.

Contestó de inmediato, como todo caballero, manifestó su gusto por tener el encuentro conmigo y mi hija; me preguntó cuál era el barrio en el que nos encontrábamos, porque yo asistía a un encuentro internacional de psicoanálisis, en su bella, milenaria y natal Lisboa. Propuso la hora, el día y el lugar, tomando en cuenta nuestra disponibilidad de tiempo y la facilidad de acceso al transporte.

A la hora convenida, tres días después de nuestro primer contacto escrito, entramos a un restaurante muy familiar: había niños, parejas mayores y de jóvenes; mientras llegábamos a la mesa, los aromas nos envolvieron y quedamos fascinadas con los olores de la cocina tradicional portuguesa que se guardarán para siempre en la memoria.

Solo lo había visto en las fotos publicadas en México, al entrar al lugar de inmediato le reconocí: nuestras miradas se cruzaron a lo lejos, ahí estaba: serio, formal; vestía una camisa impecable con corbata y un suéter, usaba anteojos; apenas esbozó una sonrisa, definitivamente era él, acompañado de una dama. Desde entonces mantengo en mi mente esa imagen, la primera vez que le reconocí en persona.

Al llegar a la mesa, se puso de pie, nos presentó a su esposa Manuela Júdice; nos saludamos con los dos besos acostumbrados por aquellas tierras, todavía no iniciaban las medidas de la sana distancia.

Nos esperaba una mesa preparada con diferentes bocadillos decolores, aromas y sabores propios de la cultura portuguesa milenaria, en su mayoría con productos del mar y olivos. Inmediatamente llenó nuestras copas, creo que era vino verde, llamado así no por el color de la uva, sino porque provienen de una región protegida por la denominación de origen, no me apené por mi desconocimiento.

Intercambiamos información, corta y fluida, relacionada con nuestras actividades, profesiones y vidas: quiénes somos, quién nos acercó, lo que hacemos, a lo que nos dedicamos, todos dispuestos a romper una barrera que nunca existió, el hielo se derritió de inmediato al acercarnos. Todo nos resultó muy fácil, nos comunicábamos en español porque Manuela Júdice, su esposa, lo domina muy bien, es traductora y Secretaria General de la Casa América Latina, responsable también de la casa Fernando Pessoa y comisionada para la participación de Portugal como país invitado de honor en la Feria del libro de Guadalajara, en México en 2018. 

Llegó el momento de decidir la elección de un primer plato, aceptamos sus propuestas, nos pusimos en sus manos y sugirieron Arroz de Lampreia, un plato de color negro, arroz caldoso, con trozos de pescado, el cual comí con cierta curiosidad, pero sin desagrado, más bien me pareció un plato exótico, por suerte en México también tenemos combinaciones de alimentos en color negro. Retirados de la mesa, los primeros platos vacíos, nos explicó que se trataba de un cocido preparado con un pez de la familia de las anguilas, que se marina la carne con vino tinto, se prepara el arroz para su cocción agregando parte el líquido de la marinada y la sangre del pez que es la que le da el tono obscuro.

Manuela y Nuno con orgullo ampliaron la información de ese platillo tradicional muy apreciado debido a que es solo de temporada, de febrero al mes de abril, en todo ese tiempo las hembras permanecen cargadas de huevos en el rio antes de salir al mar.

El segundo plato otro tradicional: filete de pescado; para entonces hablábamos de lo que habíamos visto en su ciudad: el monasterio de los Jerónimos, la torre y los pasteles de nata de Belem, la plaza del Rossio, la plaza de Comercio y su maravillosa vista al río Tajo, la catedral, el monumento a los Restauradores, el Cristo Rey que solo vimos a lo lejos; inclusive  llegamos a comentar con entusiasmo nuestra experiencia por el museo Gulbenkian, con jardines y senderos, estanques de peces y tortugas, y bancos para descansar; en el interior encontramos la maravillosa colección privada de arte antiguo y moderno incluyendo piezas de arte egipcio y romano así como obras de Rubens, Rembrandt, Degas y joyas de Lalique; fue pretexto para que nos contara que es el editor de la revista Coloquio/Letras, de la Fundación de las más importantes de Portugal.

Terminamos la cena con alimentos raros y exquisitos, vinos y charla. Nuno parco, pero con entusiasmo nos invitó a conocer su casa. Caminamos por un par de calles con el frío nocturno de la brisa del mar.

Nos mostraron la casa, obras de arte, colección de artesanía mexicana –ya que uno de sus hijos está casado con una mexicana– pero además, con orgullo, sus medallas, reconocimientos, premios y una foto maravillosa: toda su familia con la reina Sofía cuando le entregaron el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana; asimismo, con timidez nos contó que los premios no le han cambiado, por el contrario resultan ser una fuerza mayor para seguir escribiendo; además del premio iberoamericano ha recibido el de Poesía Pablo Neruda de Chile; el Víctor Sandoval del Encuentro Poetas del Mundo Latino, de México y otros. Nos mostró su estudio, nos sentimos halagadas de estar en su lugar de trabajo, el más íntimo de su vida ya que ahí surgen lo mejor de sus pensamientos, lo mejor de su creatividad, incluso nos permitió una foto de él en su estudio.

Su esposa, Manuela, nos dijo que algunas de sus obras han sido traducidas en España, Venezuela, Italia, Reino Unido, Francia y México.

Poco antes de despedirnos nos hizo un regalo entrañable, su libro reciente autografiado: Meditación sobre ruinas, obra que recibió la distinción de la Asociación Portuguesa de Escritores.

De regreso a nuestro hotel, mi hija y yo cambiamos impresiones: coincidimos en que Nuno Júdice es un hombre libre para escribir, autónomo, generoso, sencillo, sensible, con gusto por lo que hace, con esperanza en la humanidad, que se expresa en su poesía, pero sobre todo con una gran alegría de vivir.

Fuimos afortunadas de que el "día llegó", por cenar platillos exóticos y uno tradicional, por hablar de todo lo que se nos ocurrió preguntar, por conocer a su gran esposa, su hogar, su rutina y sus distinciones.