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Cuaderno de las alucinaciones. Tedi López Mills

tedi-lopezTedi López Mills, reconocida poeta y ensayista mexicana, nos abre su Cuaderno de las alucinaciones, galardonado con el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2014.

 

 

 

 

Cuaderno de las alucinaciones
Tedi López Mills

 

Q

para escurrirse por la tez del mundo
hacia los ojos de los nadadores
Héctor Viel Temperley

Son espigones a tu alcance, hábil conjeturo, o modestas rutas de cloro
para una finita brazada, hermano vagabundo, que ya ni salpica el agua
referente, ni retiene brisa el escuadrón de avionetas cuando repinta
en su extremo la imagen de este cielo, y yo, óyeme, ya ni tengo hora
para reponer el arco de arena o, rizando el rizo, la mitra alusiva entre rayos
y deslaves, ni cordel, exagerando, para el descenso, niña en trenza, ni manual
de vituperios, rostro de calle, día de días; son casi 45 las veces entonces
en que te admiro, a espaldas, hermano agorero, ¿eres o no eres?, siquiera desata
el chisme, un siglo XX de tarde, siquiera da ejemplos, estuvo
no la infancia, sino la silueta que divide un año en otro, el ego de ti,
adivino, casi la escafandra que te endiosa en otra agua fluctuante,
casi la alegoría que te explica antes de rotular el aviso: aquí se prescinde
de andamio, psicología en chusma, se renta a conciencia, se divulga charco
en traspatio, fácil traspié a orillas de tu sitio, tu finta de azul, tu lustre
en balde al amanecer como una costumbre que ya no se retoma, hermano espía,
niña tenue, vayan temiendo a los adversarios hoy, la horda
entre barda y barda, no declame ese mar de manos una consigna
que revuelva vidrio con púa, sangre con palo y hacha, no te esfumes
niña por arte de magia en mi episodio 45, sagradamente mitigo
en tu causa las rachas de letargo con una pizca de vicio, memoria de ti
en mi cristal de autorretratos, cómo esgrimo la máscara entre personaje
y gente, fútil año de utilería con la alberca a mitad de un mes incoloro
en su foto de costa pobre, de palapa en ruina, no se mira claro, háblame
hermano, tu yate en binocular algo revela de los ideales, su firme
tendencia individual que no caduca, supongo, en esta tromba,
sucedánea de alguna suerte, tormenta de lares casi por rutina,
la mía la leo: veinte veces entraré conmigo en la misma náutica trillada,
veinte más haré de río por la cintura de esa playa al sesgo y tuya
será la turbulencia cuando tiemble aquel bimotor en la casilla
de mi viento, luego yo nadaré de cinco en cinco.

 

Cuaderno de las alucinaciones
[Selección]

 

Día 1

Ella es una mujer abominable por natural.
Ella todavía no es yo,
por sensatez.

 

Día 5

La carne del pájaro en la boca de mi amigo
no cumple con la palabra de la boca de mi amigo,
no cambia los nombres de las cosas en el aire donde un retazo,
un listón verde, una figura suelta o desnuda o bailando,
recita: soy individuo.
Yo no y aplaudo la osadía,
el fantasma de Ella velado apenas por la obviedad
o el rictus que señala: uno sí estuvo,
ninguna cuerda que interrumpiera con púas la línea
que dibuja el sabio aclarando que no habla.

 

Día 8

El  dandy en mi cabeza no trajo a su cisne,
no trajo a ningún mercenario del estilo,
no vino con las ideas de un instante,
la presencia de una ausencia proclive al desperdicio,
la caridad de alguna imagen en su repertorio,
mantas para el hoyo blanco que se anuncia,
ni siquiera pautas para indicarme el camino,
las letras al menos: oye, si hay didáctico caos
ha de sonar como el tambor de siempre
en aquel huerto inconcluso
con los tres pastores harapientos, reiterativos,
el arroyo de plata disminuido por el bulto de una nube,
y la cacería de tordos con liga cada vez
que arrecie el tedio en el prado
o el desamor de los cuerpos distintos
por la textura que les concede un azar repentino.
Algo así que tienda a durar más que yo
en las inmediaciones de este cuartel
donde me voy encerrando
con las rejas hasta arriba,
conmigo.

 

Día 9

Ella me toma de la mano,
Ella me toca con la mano,
me retira el uniforme de la piel,
me promete dos o tres experiencias inmediatas,
me echa a la calle con la pancarta de un comercio,
me tilda de oportuna, me lava, me limpia,
me coloca en su granja introspectiva,
las cabras muy adentro subiendo una colina
con sus pezuñas en mi cabeza,
tirando los guijarros hacia el valle
donde Ella me lanza requiebros,
la mandolina de una ceremonia en sus costillas,
me reclama pasiva:
únicamente te quiero para mí.

 

Día 22

Mi dandy me pregunta
cuál es la diferencia
entre ironía y sarcasmo
o metafóricamente
entre el frío
de un trozo de hielo
en la mano
y la escarcha tersa
que imagina
cuando revisa mapas
del polo norte o de Siberia
para provocar a sus invitados
en las reuniones
donde se discuten
temas candentes
y viajes posibles
por el mundo
mientras se toma
café o refrescos;
luego me pregunta
cuándo
vendrán por mí,
dónde están
las autoridades
que educan
a través de ejemplos,
si habrá chivo expiatorio
o víctima
que perdure
en la memoria
hasta que surja
un pleito
acerca de las fechas
dignas y el oprobio,
como si los huesos
venideros
tuvieran escrita
la leyenda
sólo por haberla
padecido.
Creo que los rumbos
concéntricos
equivalen a una metáfora
de las diferencias,
creo que la ironía
es un cable de luz
con su nudo en la penumbra,
el sarcasmo un esqueleto
bailarín o recíproco
en la sala,
que inhibe los movimientos
de las personas
en su vida espontánea
donde los errores
son siempre
tan humanos
que nadie se atreve
a señalar sus consecuencias
porque no importan
para la anécdota
que se hilvanará
en otra temporada.
Creo que hay vida
más allá
de este tiempo
estricto y circundante
con su melodía
que jala notas
hacia el ruido.
Creo que las alegorías
son títeres burdos
en un escenario
de fieltro gris
donde yo con Ella
voy tirando los desechos,
interpretándolos después
contra las migajas
que le quitan ternura
a este acto mío
contigo, dandy
o muñeco mutilado
para que el estupor
de otro estilo
genere más vertientes
y más autores
con sus letras
componiendo armonías
que podrán recitarse
en los salones
de usos múltiples
cuando la concordia
se reparta
entre el público
equitativamente.

 

 

Diario de un viaje para mi amigo del perro cojo
(Fragmento)

 (Ámsterdam-México)

1

Enkidú se llama el gato ciego de la prima que es hija de la tía de la
paloma calva. Enkidú leo en un mensaje en mi asiento, Enkidú le digo
en mi cabeza al gato ciego de la prima de mi amigo que es sobrino de
la tía de la paloma calva que es comadre de la comadre del loro
bizco.
Haciendo familia todos en los sitios que yo no usé por cortesía. Allá
van ustedes, aquí voy yo. Y si el amor es un gesto huraño, si es
brusco, tosco, hay que concentrarse en el espacio que lo contiene.

2

Es oficiante de alguna estepa, me aclara mi alucinado pasajero, mi
pasajero salvaje con su vaso de plástico en la mano antes de entonar
la última leyenda que cantó, me ilustra, un viejo monje en las afueras
de Novgorod o de Ámsterdam o de Apizaco o de Cuenca.
Afuera es adentro para alguien. Adentro es una cueva para Enkidú,
tascador de hierbas, gato ciego, mis dedos metidos en el agua del
mundo equivalen a un tacto retrospectivo.

 

(Canto del monje)

Y las grandes efigies taciturnas
los cuerpos poseídos en las dunas de algún reino
cuántos muertos en septiembre
cuántos vivos en noviembre…
Si le tapo la boca a mi pasajero podré enumerar la lejanía en la
pantalla entre una raya morada en Texas y otra roja en Luisiana,
concretamente.
Me dijo mi pasajero que los engendros de la soledad se quedan en los
aviones bailando el twist y los demás huyen porque se contagia a
ratos esa costumbre.
Ya no pude borrar el estribillo: cuántos muertos…cuántos vivos.
      Bailando el twist simula y disimula el circo pobre bajo un toldo
desgarrado en un pueblo tan pequeño que su imagen provoca que los
ojos se entrecierren como si la ranura fuera la norma para medir
tamaños reales o irreales.
Me indica mi pasajero entrometido
que las mujeres en un banquete donde estuvo movían las caderas al
ritmo de percusiones y que una muy meticulosa le dijo con
vehemencia crítica que en las repúblicas nacientes la voluntad se
decide desde un escaño superior y se traslada a la primera persona
de la persona por vía de una emoción fuerte, inmediata.
Pienso, amigo del perro cojo, que esto ya no corresponde a lo que
pienso.
Entonces tendré que tomar las decisiones de un sentido en contra del
otro y bajar en vez de subir como si fuera posible otra cosa.
Amigo del perro cojo: esto es para ti.

 

Tedi López Mills (Ciudad de México, 1959) ha publicado once libros de poesía: Cinco estaciones, Un lugar ajeno, Segunda persona (Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta), Glosas, Horas, Luz por aire y agua, Un jardín, cinco noches (y otros poemas), Contracorriente (Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares), Parafrasear, Muerte en la rúa Augusta (Almadía, 2009; Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores) y Amigo del perro cojo (Almadía, 2014; Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada); además de los libros de ensayo: La noche en blanco de Mallarmé y El libro de las explicaciones (Almadía, 2012; Premio de Narrativa Antonin Artaud). Sus libros más recientes son La invención de un diario (2016), Mi caso Rimbaud (2016) y Lo que hicimos (2018).Pertenece al  Sistema Nacional de Creadores de Arte.