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Los libros del deseo. Minerva Margarita Villarreal

margarita-villarealEl 20 de noviembre de 2019 falleció la poeta mexicana Minerva Margarita Villarreal, autora de destacadas obras como El corazón más secreto (Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 1994), Tálamo (Premio de Poesía del Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz 2010), Las maneras del agua (Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2016). Les compartimos algunos poemas de su antología personal Los libros del deseo (selección de Juan Manuel Roca).

 

Los libros del deseo
Minerva Margarita Villarreal

 

El deseo

Al atardecer
el aire mece las hojas celestes de los árboles.
Avientas tus treinta años quién sabe adónde.
Una hoja se suspende,
te ofrece otra visión de él.
Ahora aparece en la hoja del álamo.

Los muertos tienen la mala costumbre de inquietar tus tardes.
Recostada en la hamaca. ¿Te animarás a acariciarlo?
Su rostro se pierde con el ruido de los niños.
Pero tú sabes que la hoja se desprendió del árbol
para que no lo olvidaras.
Por un instante él bajó a tocar tu cabello, a proyectar su luz.

Los niños acomodan latas vacías de cerveza bajo sus pies.
El aluminio suena contra las baldosas.
Sobrevuelan la hamaca los insectos:
el luminoso aleteo, los aguijonazos me castigan.
Descubres la barda del solar observándote.

Piensas: Para que el deseo muera de verdad
tengo que cortarle las alas,
avergonzarlo,
hacerlo deambular por la derrota como ángel caído.

Derramada su sangre
te la untarías en el cuerpo
y saldrías a la calle a rendir testimonio.
Pero tendrías que mutilarlo tú.

Ahora que se ha ido en sueños te acariciará.
Regresará a acompañarte en tus visitas al abismo.
Sabe que no es bueno que estés sola, puedes pisar en falso.
Sabe que no es bueno que estés sola, puedes caer.
Sabe que no es bueno que estés sola
recostada ante un pedazo de cielo.

Apenas escuchas el llanto de los niños.
Divisas la hoja, la pierdes de vista.
Pero él regresará deseoso en otro cuerpo,
                              en otro rostro,
                              en otra voz.
Se fundirá en el camino violáceo de tus atardeceres,
en el ave que aletea bajo tu vientre
sin conocer el sueño.

 

Vaho

Mis ojos brillan con tus palabras
y se empañan en tu silencio

 

Penélope

Durante veinte años he tendido una soga
donde prefiero colgarme todas las noches
a estar entre tus brazos
enteramente tuya
eternamente muerta

 

Epitafio

                           a Genaro Saúl Reyes

La madrugada arrastra al sueño,
tiende la niebla sobre los cuerpos.
Extasiados, lánguidos, tiesos por tanta fiebre
yacen los ángeles del mal.

 

La estrella

                           a Norma Cantú

Miedo del ruido de las sombras
del canto subterráneo que emerge de la noche
miedo del relámpago súbito de la esperanza hueca
de los piquetitos de conciencia
de la estrella que destrozó el gigante

Como cruel estribillo con su música fina
como la letanía que cobija al silencio
o el padre nuestro de la infancia en desorden
el catecismo de las noches en vela
aquella lamentación aquel castigo
aquel cuerpo amoratado

La dejaron llorar la avergonzaron la enmudecieron
la abandonaron en la noche del crimen
que se repetía como una trampa
de penas de penitencias
La culpa se desprendió
en imagen beatífica
A ella obedecí
En ese instante ardió una niña
Mis cenizas volaron hasta fijarse en el firmamento
Sola en la oscuridad

 

La bella durmiente

I

Apenas el amanecer se tiende sobre las piedras
sales descalza a caminar las calles.
Después de varias cuadras está el río;
los muchachos lo cruzan a caballo.
Frente al río hay una carpa enorme.
Apuntan los elefantes su trompa al agua.
La malabarista se ejercita desde temprano.
Descienden río abajo los enanos.

 

II

Ha pasado el Hombre, el judío errante que encierra el principio
y el fin.
Tiemblas. No hay que tenerle miedo.
Sus palabras te harán dormir
bajo el cielo quebradizo con amenaza de lluvia
y un gato brillando en la azotea.
Te harán dormir.

 

III

El mago hizo a los patos nadar sobre las palmas de tus manos.
Yo estaba allí, temerosa, viendo cómo salpicaban tu cara,
cómo, después de los aplausos,
tus lagos se tornaban en ampollas.
El desvarío de la madre acompañó tus llagas.
Tus dedos entorpecieron entre las hojas del catecismo,
frente a la imagen de Dios contra el infierno.
Entonces rezamos todas las noches apuradas por la maldad.

 

IV

A veces hacen kermesse en la iglesia.
No hay hombre más guapo que el padre Giovanni,
pero murió hace tiempo.
Vuelve a dibujarse la plaza. En una esquina está él con su
sonrisa.
Has pecado porque lo deseas.

 

V

No reconoces a Dios, ni a su hermoso tinglado;
sus tandas están lejos
navegando tu infancia.
El circo ya no viene.
Sus personajes se extraviaron en el trapecio
donde aquel tiempo también había subido.

 

VI

Seguir el péndulo del trapecio te ha nublado la vista.
Las piedras ahora forman paredes,
las calles arden de tanto pavimento.
Ahora que despiertas entre los edificios
el humo empieza a ennegrecer tus días.

 

Jaculatoria

Allí está, quieta sobre la silla. Su tranquilidad le ha costado
        dos buscapinas y un valium.
Todos los días, el sufrimiento de ángel caído; no recuerdo si
        alguna vez fue hermosa.
Allí está, rígida sobre la silla, con sus piernas amoratadas
        por la variz y la débil sonrisa.
Hoy amaneció con un dolor fuerte arriba del estómago. La semana
        pasada tuvo gripe, ayer dolor de cabeza.
Todos los días cae un ángel a descomponerle el rostro.
Desde que tengo memoria: el miedo. Las tardes pasan montadas
        sobre escobas, son las brujas de mi infancia, las que
        reían escupiendo la ira, desparramando la crueldad.
Ella tiene razón: no conozco a mi padre. Sus manos están lejos.
En este cuento no hay rey, sólo una reina bruja y una blanca
        nieves que se comió la manzana.
Todavía faltan muchas cosas por arreglar: que todo esté bien
        limpio, que haya orden para que cuando los cuervos vengan
        no graznen. Que haya orden.
Si ella supiera cuánto desprecio ha cosechado, escogería
        la tranquilidad de esta tarde para darse un tiro.

 

 

Minerva Margarita Villarreal (1957-2019). Poeta. Estudió la Licenciatura en Sociología, el diplomado en Teatro y la Maestría en Letras Españolas en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Realizó estudios de Desarrollo Comunitario en Israel, donde la poesía se manifestó en su vida. Fue profesora e investigadora en la FFyL de la UANL; miembro del consejo editorial del Periódico de Poesía de la UNAM, de la revista Paréntesis, de la revista Tierra Adentro; miembro del consejo consultivo de la revista Luvina de la Universidad de Guadalajara. Directora de la revista Cátedra de la FFyL de la UANL de 2003 a 2004. Directora de la revista Armas y letras de la UANL de 2004 a 2019. Directora de Publicaciones de la UANL desde enero de 2004 hasta 2019. Premio Plural de Poesía 1986. Premio Nacional de Poesía Nuevo Reino de León convocado por el Gobierno de Nuevo León 1986. Premio Nacional de Poesía Alfonso Reyes 1990 por Pérdida. Premio a las Artes de la UANL 1991. Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 1994 por La paga común del corazón más secreto (publicado con el nombre de El corazón más secreto). Premio de Poesía del Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz 2010 por Tálamo. Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2016 por Las maneras del agua.