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Nada conducía a este lago. Michel Cassir

michel-cassirLes presentamos una muestra poética de la obra de Michel Cassir, escritor y científico franco-libanés, originario de Egipto que hoy en día radica en París. La traducción es de Claudia Christiansen.

 

 

 

Nada conducía a este lago
Michel Cassir

 

Irreverencia

La extraña disciplina
          De irreverencia
Todo edificio enclavado
Es imperio de quebradura
Las ventanas estallaran
          Sobre los puentes del día…
La orilla opuesta es tanto más pura
          Que una mujer se levantó
Develando el simbolismo
          Del comercio brutal
Una mujer en el corazón de la tormenta
          Fruto del rayo
Átomo de las corrientes de aire
Da un portazo a las puertas privadas
          Bañando el suelo ahogado
De alcohol de nieve

La extraña disciplina
          De irreverencia
Ya que las paredes son espesas
Y que las flores no emergen
          Desarreglar todo el edificio…
                    Vengar
El amor sin concesión

 

Tiempo de arrancar la oreja azul del encanto

Ya es tiempo de arrancar
la oreja azul del encanto

Una mariposa titubea en los
          cuarto
de carteles sangrientos
bajo la mirada de una plancha

Hay herida de caminos
          herrumbrados
en una caja de sorpresas
y la herida de una vieja armónica
       torturadora de la música
              sin velada de amor

Tiempo de que muera el
                 hipopótamo
de las tardes de domingo

Un torbellino de pétalos y lluvia
              se festeja
hasta la espuma de la fuga…

     Aquí esta la cabalgata
sordomuda sino al placer
       que se enrosca
     al ritmo de un pulso
sobre el mar de un cuerpo
              desnudo

 

Nada conducía a este lago
Salvo las crines de un caballo
con el espíritu tatuado de luna

Aunque sin fanfarrias
Ni vértigos municipales
jarras con agua de mora
exhalaban la pereza

Columpios petrificados
soñaban con la pequeña niña
vuelta pradera mundana

Nada conducía a este lago
salvo la ceguera de los barqueros
que la magia cotidiana
sustrae al espacio

 

los pies descalzos tocan
el desierto y los delfines de Egipto
nacimiento en la cornisa
del viaje hipnótico

los pies descalzos tocan
la avenida huérfana
Claudia ya no es la misma está en los espejos
como secreto de la adolescencia

Estamos retrocediendo
en el monzón nuclear
                     sobre el lomo de un burro
sobre un hilo estirado
de corazón a corazón

Cuando el poder socava los violines
nuestros tímpanos hacen marcha atrás
ynos volvemos narradores ambulantes
en los refugios
o cosmonautas de la soledad
deseo y melancolía
afluencia y revuelta de la sangre
vacío y rigor
en la molécula de aire libre

Esta es la tienda bajo la cual
ningún principio logra rasguñar
el silencio de la vela

 

Poemas cortos

la escritura decanta
lo que se sabía
lo que se sabrá
agente doble del instante

***

luz en cámara lenta que el indio
hace germinar sobre la tumba
de lo que era magia del sudor
y roce del jaguar

***

en el patio la comida cruel
de los dardos de la garganta
la esencia tropical
pronto ha precipitado el compromiso
y nos morimos de luminosidad
con pájaros de polvo en la boca

***

ignorar el camino
desde que fue poblado con estallido
la búsqueda del agua es invisible

***

desde un canto de ninguna parte
callejuelas tropiezan con la nada
la madera se une a la piedra
y la torre azul al pozoentonces mulas y viajeros
fundan una historia
bodas invisibles
con el cielo incierto
nube y quemadura
labrado del corazón
hacia un canto de ninguna parte

***

mi padre vestido de verano
es el ángel guardián de mi carne
de su imagen soy
la diferencia
su ofrenda a la vida
la negación del espejo
tráfico imperioso
de glóbulos de genes y sueños
somos las piedras del camino
las flores imperfectas del momento

 

Del mediterráneo

Del mediterráneo lo he aprendido y desaprendido todo, prolongación sensual de cada noche, la evasión a dos dedos de la frente cotidiana. De la artesanía al fulgor, renacimiento. Esa sobriedad natural como un viento del desierto o lúdicos remolinos de la vista. Pergaminos del olvido en los refugios de montaña. Acantilados llamados paraíso por esos mismos demonios de las aguas subterráneas.

Mediterráneo, he recorrido los olivares uno tras otro girando por cada fiesta pagana con vieja madera de brujo. De cada aceituna, la oración del pan y la sed. Oración de las ramitas secas pisadas por rebaños guerreros o enamorados desnudos hasta la punta del éxtasis. Ese éxtasis del canto que rodea la luna de su halo. Éxtasis de las manos que descubren los pechos de la virgen de las grutas. Éxtasis del queso de oveja, miel y  sexo de la multitud familiar. Sexo al azul de corales marinos, sexo aspirado en el pensamiento como manzana verde robada a los prepotentes de este mundo.

Mediterráneo sin apoyo histórico, sin gloria ni dolor impenetrable. Apenas un asomo de dignidad herida donde el sueño dejara ver su fulgoren el instante de su desaparición. Con sandalias ligeras el alba en el Monte Sannine, los llantos en la cornisa de Beyrouth testigo de bodas infamessalvadas por las bodas invisibles. Este mediterráneo, donde la flauta remonta al rocío mismo del mundo, es capaz de todas las lentitudes refinadas y del hacha en la espalda del inocente. Esa misma quien entrega sus aguas al exilio. Se perpetúa en la partida. Saluda la epopeya del viaje como se saludaría un intrépido guerrero de lo desconocido. Mas no se interesa en el regreso del hijo pródigo. Le es indiferente como piedra en el hueco de una fuente.

El Mediterráneo es un pliegue de falda, un jazmín eternamente extirpado de las callejuelas de la infancia, palabras que recitan rosarios imperceptibles de penas y alegrías.
Su extremo pudor es garante de fiebre y sobresaltos.

Mediterráneo ausente, meciendo sus niños huérfanos con una extraña intuición de la felicidad.

 

Egipto

Cruzamos la esclusa pasando del último destello a la oración de las aguas. Todo adorno de los dioses ambiguos.

Entramos en el misterio sin abrir alguna puerta, deslizándonos desde lo alto a la pasión ligera como un campesino huesudo cubierto de crepúsculo.

Tal es la intensidad de los muecines que el propósito se vuelve indistinto y la resonancia nube de jacarandas. Mística involuntaria que lanza sus lianas invisibles. Salto del salto.

No sabemos ya adonde vamos ni si la barca cambia de idea. Amarrar, partir, juntarse con alegres gritos deniños en la orilla o con pájaros que se apresuran en arrancar las palmeras por los costados.

Las mezquitas se han callado en beneficio de la juventud cantando su amor incondicional por el viaje que les pasa bajo sus narices sin embargo, logran destilar un flujo incomparable.

Los mismos viajeros toman el aire de los pueblos, muy pronto dejados, para encontrar algún sentido a la travesía. No saldrán ilesos del tiempo, debilitados por el eco de un amor no invocado. El clima es más fuerte que su contención. De partícula en partícula se derriten por la noche. Hace un tiempo más fuerte que toda su contención¿presagio o murciélago indiferente?
Egipto, mi Egipto al que vuelvo después de 33 años, con una sensación de Cristo que ya no encuentra su cruz ni el arcano de su epopeya. Egipto, no soñé con tus halcones ni cocodrilos, o acaso el que nos hizo el camarero con la sabana. Largo cocodrilo de paz con la Guía del Viajero en la boca.

Ironía y ternura !

Confundo mi regreso con aquel de Giuseppe Ungaretti en el barco Esperiaa su Alejandría natal, década de 1930.

Egipto, que la magia te siga llevando como un talismán contra esta locura que roe tu integridad, tu dignidad. Egipto, amante de este canto lunar, insomne y libre de toda regla, gestos sencillos de campesinos que dedican su humilde aliento al aire, al agua y al desierto.

Egipto, cuyos verdaderos dioses aún arden en los ojos asustados o sonrientes del muchacho del café, mediador humano, demasiado humano, de un secreto que ya es hora que yo calle.

a Clarisse

 

cuantas guerras decías
       cuantas guerrasy el milagro
       de una pequeña llama
que hace bailar los ojos
en su esplendor subterráneo
tu risa disuelve la noche
y me hace jugar en el lodo matutino
como primer comulgante
buscando sobre todo la poesía
como eres menos muerta
que este mundo que desgarra
su propia raíz
se puede por fin nadar
en la paz de tus manos

 

Ismalia

el nombre lleva el primer paraíso
donde la bicicleta anda al borde
de los jardines lentamente
con carcajadas
para deslizarse hacia el Canal de Suez
ventana tranquila del viaje
que sólo lleva dos horas
de un sueño sentado en la orilla

 

Paréntesis

en todo poema un paréntesis invisible y el mar abierto
que será abrazado luego de la ebriedad

no sucumbir al infierno de las palabras en su cruel
libertad

no retorno a la imagen sino inmersión meticulosa en el
enigma del ser y su eclosión desde el más allá hacia la
escena presente

 

Traducción de Claudia Christiansen y Michel Cassier

 

Michel Cassir nació en Egipto en 1952. Es poeta, traductor y científico franco-libanés. Ha vivido en México y ahora radica en París. Sus poemas fueron traducidos al español, el árabe y el turco. Ha sido incluido en diversas antologías y realizado una serie de presentaciones poéticas en Francia, Italia,  México, Argentina, Nicaragua, El Salvador, Líbano  y Turquía, entre otros países. Autor de múltiples libros de poesía.