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Una Secretaría de Cultura en México ¿para qué? Carlos Villaseñor

carlos-villasenorVillaseñor aborda el tema para contribuir a la reflexión sobre esta iniciativa, respaldada ya por La Cámara de Diputados, pero que a todas luces se ha discutido muy poco o nada. Para algunos políticos como Marco Rascón podría significar “subir para abajo”. Villaseñor lo ve de otro modo.

 

 

 

LA SECRETARÍA DE CULTURA, su aportación al desarrollo sostenible

Carlos J. Villaseñor Anaya
Octubre 18, 2015

 

Durante su mensaje con motivo del TERCER INFORME DE GOBIERNO y como una de las medidas a ser implementadas en la segunda mitad de su mandato, el Presidente de México anunció la creación de la Secretaría de Cultura, en los siguientes términos:

“SÉPTIMA MEDIDA. Daremos un renovado impulso a la cultura de nuestro país.

Es convicción de este Gobierno que todos los mexicanos tengan acceso a la cultura y, al mismo tiempo, puedan crear y expresarse a través del arte.

México debe tener una institución de Estado que esté a la altura de este desafío.

Por ello, en breve presentaré una Iniciativa para crear la Secretaría de Cultura.”

Es con base en ese anuncio que el 8 de septiembre aparece en la Gaceta Parlamentaria de la Cámara de Diputados, la iniciativa de reformas que tienen por objeto crear la Secretaría de Cultura.
Recordemos que el Consejo Nacional Para la Cultura y las Artes se crea el 6 de diciembre del 1988, como un órgano administrativo desconcentrado de la Secretaría de Educación Pública, para ejercer las atribuciones que tiene esa Dependencia del Ejecutivo en materia de promoción y difusión de la cultura y las artes.

Lo que eso significa –al menos en términos jurídicos- es que la función institucional de promover y difundir la cultura es solamente una de las actividades a cargo de la SEP; función la cual, se encuentra inserta dentro de la lógica mayor de un proceso pedagógico que –al menos durante gran parte del siglo XX- estuvo marcado por el criterio de integrar la diversidad multiétnica y pluricultural de nuestro país, a los resultados del progreso científico y así luchar contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios; tal y como lo enuncia la aún vigente fracción II, del artículo 3º Constitucional.

Sobre esa base jurídica, al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) le corresponde -por autoridad derivada del Secretario de  Educación Pública- la coordinación de las dependencias y entidades de la SEP que realizan actividades de promoción y difusión de la cultura y las artes. Primordialmente –pero no únicamente- la del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).

La circunstancia de que el CONACULTA haya sido creado por Decreto Presidencial y que el INAH e INBA cuenten con sus respectivas Leyes de creación produjo, desde un primer momento, áligos cuestionamientos sobre la procedencia jurídica de la función coordinadora del CONACULTA; y, en consecuencia, el reclamo reiterado, Legislatura, tras Legislatura, de que el Congreso atendiera y resolviera ese diferendo.

Es por ello que una de las más grandes virtudes de la iniciativa es que –después de más de veinticinco años de discusiones cíclicas, pero ineficaces- ahora ya se hace expresa la voluntad política del Ejecutivo Federal por atender y resolver la definición de la figura administrativa a través de la cual el gobierno federal ejecutará la política pública en materia de desarrollo cultural y agrupará a las instituciones del Sector Cultura.

Al mismo tiempo, la creación una Secretaría de Cultura tendrá por efecto independizar al sector cultura del sector educativo, de donde la lógica del diseño, implementación y evaluación de la política cultural federal ya no será dependiente de la finalidades, estructuras, recursos de la política educativa; sino que tendrá una racionalidad de medio a fin propia y –cosa no menor- podrá negociar los recursos humanos, presupuestales y materiales que sean necesario para alcanzar sus objetivos, sin la mediación de la SEP. Desde siempre el Sector Cultura ha vivido bajo la difícil condición de competir con la prioridad presupuestal de contar con recursos para la construcción y equipamiento de la infraestructura educativa, o el pago de la nómina magisterial (por mencionar dos rubros altamente demandantes y también muy necesarios para el país), lo que ha dificultado que la política cultural logre mejores oportunidades de priorización dentro del conjunto.

En otro orden de ideas, mi experiencia internacional como consultor en materia de políticas culturales para el desarrollo me permite afirmar que el centro de la discusión de las políticas culturales actualmente se localiza en cómo alcanzar un adecuado balance entre la obligación del Estado de garantizar a la población el pleno ejercicio de los derechos culturales; y, las facilidades y regulaciones que debe establecer el gobierno, para el aprovechamiento sostenible de los bienes culturales, para promover el desarrollo de la nación.

En ese orden de ideas, la Secretaría de Cultura no puede, ni debe ser únicamente el resultado quirúrgico de transferir las actuales funciones de la SEP  –relativas a la preservación del patrimonio cultural y el fomento a las artes– a la nueva dependencia; sino que el conjunto final de las facultades y obligaciones de la Secretaría de Cultura, debe de resultar de analizar su función social con un criterio mucho más amplio; donde lo cultural ya no sólo sea visto como un contenido pedagógico/identitario, sino –tal y como lo ha venido impulsando la UNESCO desde hace ya varios años-  como el cuarto pilar del desarrollo sostenible. De la misma importancia y con la misma transversalidad que el crecimiento económico, la sostenibilidad ambiental y el respeto a los derechos humanos.
Es decir, el análisis de las nuevas facultades de la Secretaría de Cultura no tiene que seguir considerando solamente la promoción y difusión de contenidos artísticos y patrimoniales, a ser transmitidos de una generación a otra, a través del sistema educativo; sino que debe cruzar ahora también por identificar y organizar la vinculación de la política cultural con los sectores de comunicaciones, desarrollo social, educación, economía, relaciones exteriores, turismo y gobernanza, por mencionar solamente los más evidentes.

Una de las grandes consecuencias que me parece tendrá esa visión de la política cultural como cuarto pilar del desarrollo, y que no ha sido claramente visibilizada por nosotros los Mexicanos,  es que una política pública que promueva la transversalidad de la cultura para él desarrollo, facilitará la interacción de los creadores con otros sectores sociales y su integración multidisciplinar.

Pienso que en tanto que se haga expresa la aportación que hace el sector cultura en favor del crecimiento económico, será que los artistas y los creadores tendrán un poco de mejores condiciones para que su trabajo sea reconocido, protegido y defendido, como una colaboración profesional que merece una justa retribución y el amparo de la seguridad social.

Otra gran área de oportunidad es la de que –como parte de las funciones de la nueva Secretaría de Cultura- se reconozca la importancia que tienen los procesos de recuperación de memoria cultural histórica y para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial de las comunidades nacionales, en la recuperación de técnicas de conservación y mejoramiento de los recursos bióticos del territorio local, para la sustentabilidad del medio ambiente.

Así mismo, la creación de la Secretaría de Cultura, es también una valiosa oportunidad para renovar el diseño y profundizar en las acciones de política cultural hacia la construcción de una cultura de paz, para la resolución pacífica de las controversias y la reformulación del sentido del desarrollo, desde lo propio.

Si, a través de una participación informada y corresponsable en el Congreso, durante el proceso de análisis y dictamen de la iniciativa enviada por el Ejecutivo, logramos avanzar en la consolidación de una Secretaría de Cultura como la que hemos descrito, estoy seguro que los gremios que forman parte del Sector Cultura verán incrementadas exponencialmente sus oportunidades de aportar al desarrollo del país; ya no solo en el entorno de lo educativo, sino en todas las esferas donde la cultura es aquello que determina el sentido final del desarrollo, haciéndolo comprensible y asequible. Estaremos al pendiente de que así sea.